Algunas opiniones medievales sobre la paz y la guerra:
“Quien combatiendo por Alá sea muerto, le daremos una magnífica recompensa, pues morará en el Jardín eternamente” (Mahoma, siglo VII)
“Marchad, pues, soldados, seguros al combate, y cargad valientes contra los enemigos de Cristo, porque a todo aquel que muera le será abierto el reino de los cielos” (Bernardo de Claravaux, siglo XII)
“Acudid a la guerra santa porque Dios así lo quiere (Deus o vult)” (Urbano II, concilio de Clermont, 1095)
“¿La guerra santa? Dios no lo quiere, no puede quererlo (Deus non vult) (Pedro Damian, siglo XI). Fijaos aquí, a propósito de las Cruzadas, como había debate al respecto y no era un tema unánime.
“Es cosa en sí misma santa y lícita combatir en favor de la justicia, tanto contra infieles como contra los cristianos” (Walter Brut, 1393)
“Es un asesinato tanto el juez que ordena una sentencia de muerte como el soldado que mata en la batalla obedeciendo a sus jefes” (Ideario cátaro, siglo XII)
“Los militares pueden ser también hombres justos si se convierten en soldados de la paz” (Anselmo de Luca, siglo XI)
“Todos sabemos que los pobres en la guerra siempre pierden y que lo único que desean es vivir en paz” (Honoré de Bovet, 1386)
“No sigáis los estandartes del príncipe si creeis que esta es una guerra injusta” (Robert de Courçon, siglo XIII)
“Es al príncipe a quien corresponde saber si la guerra que emprende es justa y no a sus súbditos que no tienen más que seguirle” (Tomás de Aquino, siglo XIII)
“Una guerra es justa si su causa defiende el bien común y la declara un príncipe justo” (Tomás de Aquino, siglo XIII)
“Aunque la causa de un conflicto pueda parecer justa a los ojos de la sabiduría humana, conviene tener en cuenta que una vez desencadenada, la guerra es la mayor de las desgracias” (Philippe de Mézières, 1395)
-Algunas peculiaridades de la guerra medieval: 1) el combate singular: dos campeones enfrentándose (sobre todo entre godos y árabes); 2) La tregua de Dios: “Toda violencia será interrumpida desde el sábado a la hora novena hasta el lunes a la hora prima” (Concilio de Touloges, 1027); 3) La paz de Dios: “Los militares deberán respetar las vidas, la libertad y los bienes de los eclesiásticos y de los campesinos, de los ancianos, mujeres y niños inocentes. El guerrero que no lo haga será considerado como un bandido” (Concilio de Puy, 975).
Decálogo de la buena guerra: 1) Combatir sólo por Dios o por el interés público; 2) Hacer la guerra bajo una autoridad legítima; 3) No participar en guerras injustas; 4) Respetar las iglesias; 5) No saquear ni robar bienes ajenos; 6) Enterrar a los muertos; 7) No forzar a doncella o mujer yaciente; 8) No quemar ni las cosechas ni las casas; 9) Respetar la vida de los heraldos y los mensajeros; 10) Prohibir la tortura para obligar a hablar a un prisionero (Philippe de Vigneulles, siglo XII y Álvaro Pelayo, siglo XIV)
“¡Oh guerrero valiente! Yo te ciño la espada sobre el muslo…para que mantengas la verdad de la Santa Iglesia…y defiendas la justicia protegiendo a los huérfanos, a las viudas, a quienes oran y a quienes trabajan” (del ritual de ordenación de caballero, siglo XII)
Frente a la caballerosa espada, la Iglesia juzgó a la ballesta como un arma del diablo, y prohibió su uso entre los cristianos, aunque se permitía utilizarla contra los infieles. A pesar de ello, el desarrollo de la ballesta como arma de guerra continúo durante toda la edad media.